martes, 11 de diciembre de 2012

Me gustaría ser un personaje de "El Maravilloso Mago de Oz"

Debo confesar que, siendo niño, no era muy amigo de los libros. No fue hasta séptimo grado cuando, gracias a la Odisea, ayudado por la serie de televisión Ulises XXXI, me enganché a la literatura. Para bien o para mal, ser un lector tardío me contibuyó a que la lectura de los libros infantiles fuera, digamos, más concienzuda. No sé si esa es la palabra, pues no creo que leer sea un acto enteramente conciente.

"El Maravilloso Mago de Oz", ese maravillos cuento infantil, fue uno de los relatos que conocí ya adulto. A pesar de haber visto la versión de cine, solo leer fue amor a primera vista (o leía). ¡Cuántas veces me vi corriendo sobre ese zigzagueante camino de ladrillos amarillos en pos de un deseo! ¡Cuábtas veces no imaginé que mi casa, cuando hacía mucho viento, volaba y caía sobre una bruja con zapatos plateados!

Hoy, mucho más adulto, tranistaría ese mismo camino, como un León cobarde, para plantarme el la Cuidad Esmeralda y pedirle al Mago de Oz un poco de valor, para poder decirle a ella "te quiero", para poner -de una buena vez- los puntos sobre las íes.






Puntos sobre las íes

Parece que no he sido lo bastante claro
y que mis señales son un manojo de dudas,
las risas, los mimos, los favores, el amparo,
debo, entonces, usar las palabras desnudas.

Te quiero, bonita, te quiero más que a nada,
pensé que ese dato ya estaba consabido,
supuse que eso te lo decía con la mirada
debo, entonces, ser más directo de lo que he sido.

Las sutiles metáforas han quedado difusas,
estoy llegando al borde donde no hay excusas
y tú no tendrás pretexto para que te fíes.

No dejaré que las cosas caigan por su peso
y con la rotundidad de un beso,
pondré los puntos sobre las íes.

10 de diciembre 2012

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